Grupo armado Wagner se rebela contra Vladimir Putin y amenazan derrocarlo
El jefe del grupo de mercenarios Wagner, Yevgueni Prigozhin, tomó hoy bajo su control la sureña ciudad rusa de Rostov del Don y amenazó con marchar a Moscú, en una rebelión armada que el líder de Rusia, Vladímir Putin, calificó de traición y que, aseguró, será sofocada para evitar una nueva guerra civil.
La comunidad internacional desde EEUU a la Unión Europea (UE) y la OTAN observan de cerca los acontecimientos, que Ucrania interpreta como un signo hacia el colapso del régimen de Putin, y varios países han recomendado a sus ciudadanos que eviten viajar a Rusia y de ir al centro de Moscú, donde por ahora domina la tranquilidad entre los ciudadanos, según ha comprobado EFE.
Para la inteligencia militar británica, Rusia afronta el “desafío más significativo” en los últimos tiempos y la “lealtad” de sus fuerzas de seguridad serán “clave” para el desenlace de la crisis.
Prigozhin, que aseguró que no se trata de un golpe de Estado, cruzó anoche con 25.000 hombres, según dijo, la frontera rusa a la región de Rostov desde Ucrania, donde las fuerzas rusas habían atacado supuestamente con misiles un campamento del grupo Wagner, para iniciar una “marcha por la justicia” hacia Moscú por el “caos” causado por la cúpula militar en la guerra en el país vecino y la muerte de “más de 100.000 soldados rusos” por su culpa.
LOS WAGNER TOMAN UNA CIUDAD EN EL SUR
El empresario, que ya anoche fue acusado por la Fiscalía General de Rusia de “organizar una rebelión armada” que puede suponerle hasta 20 años de cárcel, anunció a las 04.30 GMT que sus hombres, que de desplegaron tanques y blindados en la ciudad de Rostov del Don, habían tomado el Estado Mayor, las instalaciones militares y el aeródromo.
El que también es conocido como el “chef de Putin” por sus negocios de restauración y cáterin forjados cuando Putin llegó al poder, aseguró que sus hombres “bloquearán la ciudad de Rostov” y “avanzarán hacia Moscú” mientras “no tengan en su poder al jefe del Estado Mayor ruso, Valeri Guerásimov, y al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, con quienes lleva meses enfrentados duramente.
Mientras hablaba, desde el Kremlin se instauró el régimen antiterrorista en la capital rusa, la región de Moscú, y la provincia de Vorónezh, vecina de Rostov y por donde los hombres de Wagner pueden dirigirse por carretera, ya cortada para el tráfico, hacia el centro de poder casi 600 kilómetros más al norte.
El gobernador de Vóronezh, Alexandr Gúsev, ha desmentido que los hombres de Prigozhin hayan llegado a la región, y ha asegurado que las fuerzas armadas “están tomando las medidas operativas y de combate necesarias” para evitarlo.
Mientras, el líder checheno, Ramzán Kadírov, anunció el envío de sus hombres a la “zona de tensiones”, a fin de preservar la unidad de Rusia y “defender el Estado”.
El Ministerio ruso de Defensa prometió a los amotinados garantías de seguridad si volvían a sus cuarteles, pero su llamamiento ha sido en vano hasta ahora.
Prigozhin ni siquiera hizo caso a Serguéi Surovikin, comandante adjunto de las fuerzas rusas en Ucrania, el único mando militar que dice respetar y que servía hasta ahora como su enlace con el Ministerio de Defensa, quien le instó a detener la sublevación.